"Se reordenan tiempos, imágenes de lo vivido, de lo contemplado o lo soñado, para darnos noticia del instante"

Mundo lírico lleno de alegorías el suyo y de melancolías, porque en él el viento es ilusorio y el jardín inalcanzable, aunque se esté a la vera de él y porque en La noche herida de su arte luminoso aparecen la tristeza, la incertidumbre, las ilusiones rotas o las promesas incumplidas, si nos detenemos en algunas de las muestras que se nos ofrecen en esta serie y reflexionamos sobre los títulos escogidos por el pintor o por el poeta. Sí mundo poético y atmosférico en el que la geometría perfila límites y planos, establece distancias, recoge instantes alejados que coinciden en esas ventanas al mar de la memoria, del corazón o de la conciencia; en esas ventanas abiertas al jardín del ideal que se imagina heterogéneo de multicolores promesas; viñetas como de tabla medieval en las que se recrean el evangelio de la contemplación o los asaltos de la duda. No en balde, alguna de esas barcas se ahoga en una copa de champagne (Capricho del destino), o se rompe en dos, en alusión directa a ese otro trágico zozobrar que se denuncia, pleno de simbolismo y que el pintor no deja de referir como testigo de su tiempo. África y Europa, tan cerca y tan lejos, frente a la mirada crítica y dolorida del creador.

Cierto horror vacui oriental también le es propio al artista, que se recrea en matices y perfila o se suelta ensayando lenguajes y descubriendo universos: esos mundos o facetas de mundos que estallaron para reconciliarse y que aquí aparecen en superposiciones fascinantes o entre rupturas y simetrías. Se reordenan tiempos, imágenes de lo vivido, de lo contemplado o lo soñado, que el agua y el color definen: líneas, cresterías, arcos, triángulos, fronteras, divisorias que se conforman en escritura plástica, en lenguaje de signos para darnos noticia del instante, concebido como una superposición de tiempos, de ideas y de emociones. Por eso estos abismos de luz nos ofrecen puertas o puertos diferentes, que nos llevan a las escenas del vivir, a los momentos que apresaron su anhelo, en el anhelo de apresarlos. Lunas dormidas, barcas a la deriva, flores del ideal, velas o rocas y mares y horizontes con nubes viajeras o incendiadas, noches, estrellas, serpientes o senderos que conjugan en el instante de la visión horas antiguas con ráfagas de presente.