La Autoridad Portuaria de Motril (Granada) ha organizado una muestra de arte de Juan Gómez Macías que, titulada Viento ilusorio del mar, se expone en el Centro Cultural de Cajagranada, tras su inauguración el pasado día 13 y hasta el próximo 7 de diciembre.
A lo largo de su ya dilatada trayectoria, Juan Gómez Macías ha ido depurado su estilo y creado una obra de intenso lirismo y deslumbrante originalidad. Con estos materiales y un talento indiscutible, Gómez Macías ha conquistado un sitio en el abigarrado panorama de la pintura española contemporánea. Su obra, inspirada, coherente y ética, confluye, de momento, en esta colección de 19 cuadros, en torno al drama humano de quienes, sorteando peligros de todas clases, dejan atrás raíces y familia para ganarse el pan.
Publicamos a continuación el bellísimo y acertado texto que, acerca de la muestra y su autor, ha escrito el poeta José Lupiáñez.

"...a veces, se da ese milagro que tiende a unir los mundos de la poesía y de la pintura en un mismo artista"

No con mucha frecuencia pero, a veces, se da ese milagro que tiende a unir los mundos de la poesía y de la pintura en un mismo artista. El poeta pinta o el pintor escribe. Y es que al igual que el poeta en ocasiones no se conforma sólo con escribir y necesita del color, del trazo, del gesto y precisa luchar con esa superficie inicial que sueña su forma, del mismo modo lo hace el pintor cuando se aventura en su batalla particular con la página intacta, aunque cada arte les demande su liturgia precisa. Son significativos los ejemplos que podríamos recordar en nuestra tradición más reciente y así poetas como Juan Ramón Jiménez, Alberti, Lorca o Hierro, por citar algunos casos señeros, han sabido conjugar esos dos extremos de la expresión a lo largo de sus trayectorias o en periodos puntuales de las mismas. La sensibilidad de estos creadores hace que al asomarnos a sus obras experimentemos una doble emoción en la que coinciden discurso e imagen, o lo que es lo mismo: palabra y forma; palabra y color. Este es el caso, a mi modo de ver, de Juan Gómez Macías, artista verdadero que ha consagrado su vida a la pintura y a la poesía.

Afincado en San Roque (Cádiz), Juan Gómez Macías es Director de la Fundación Municipal de Cultura Luis Ortega Bru desde hace casi treinta años y ha desarrollado desde allí una de las labores de agitación cultural en Andalucía más encomiables de las últimas décadas. Intercambios con instituciones nacionales y extranjeras, ciclos de conferencias, encuentros, lecturas, ediciones, exposiciones y cursos han sido su fructífero día a día, en especial para los muchos beneficiarios de su esfuerzo mediador y de promoción. Pero junto a esta labor espiritual de gestión cultural admirada por todos, su pasión primordial es el arte, y su arte, sus acuarelas, que se han mostrado por Europa y América, trazan ya el recorrido de una obra importante y más que consolidada, que ocupa su espacio en museos y en destacadas colecciones de España, EE. UU., Inglaterra, México, Suiza, Francia, Holanda, Bélgica, Puerto Rico, Alemania y un largo etc. de países. Y acaso la razón de tanto interés radique en el hecho de que sus composiciones ganan pronto el corazón de cuantos las contemplan, atraídos probablemente por la atmósfera de intenso lirismo que se desprende de sus piezas y que nos conquista la voluntad y nos invita al ensueño, a la reflexión o al viaje a través de laberintos de color y de ritmos. No hay que olvidar que a su condición de artista añade la del poeta hondo y sincero y sensitivo que se nos ha revelado en Navegación a vela (Sevilla, 2001) o en el más reciente Abismo de los pájaros (Cádiz, 2004). De su voz disfrutamos por estos pagos hace dos años, cuando nos ofreció una muestra de su poesía en el Aula de Literatura y Pensamiento Francisco Javier de Burgos, que editó para tal ocasión el cuaderno Twilight (Motril, 2006), en el que se recogen varios poemas inéditos.

"color, geometría, transparencia, fragmentación, lirismo, melancolía, mar, barcas, horizontes, nubes, jardines, naturaleza, espíritu… "

Si tuviera que definir en pocas palabras el arte de Juan Gómez Macías el campo asociativo de términos que me vienen a la mente es el de: color, geometría, transparencia, fragmentación, lirismo, melancolía, mar, barcas, horizontes, nubes, jardines, naturaleza, espíritu… Todos estos aspectos, entre otros más, están presentes en ese universo suyo y en él coinciden para conformar una propuesta inquietante que le lleva a convidar en el plano mundos diversos, lenguajes distintos, texturas y maneras diferentes, como si se persiguiera el placer del conocimiento y de la sensibilidad a partir de la suma de momentos dispersos, de tiempos y de miradas contrapuestos, de atmósferas y de horas dispares que la geometría amarra, a veces, con hilo de plomo, para hacer de todo ello un friso de transparencias y de correspondencias.

Los colores vivísimos y sonoros de su paleta vibran ante los ojos. El agua cromática de sus mares, con olas que ondulan y generan ritmos y movimientos en el cuadro o sus cielos expresivos o sus planos de azules, de malvas o de esmeraldas apresan siempre muestras de lo enigmático. Esta liturgia nos lleva a pensar en vidrieras ideales en las que la luz interior del artista, su espíritu, su estado de ánimo se proyectara hacia fuera. Su ojo ordena el mundo así, en esa coincidencia simbólica de elementos que nos remiten con insistencia a una atmósfera marina; de mar y cielo y barcas y nubes en lo alto. De todo ello es buena muestra esta serie que el artista recoge bajo el lema genérico de Viento ilusorio del mar, título que aquí tiene un manifiesto componente testimonial y que es, en fin, de clara estirpe juanramoniana, ya presente, por otro lado, en su ciclo de Homenaje a Juan Ramón en la Gala Theater Art Gallery de Washington el pasado 2006.

"Se reordenan tiempos, imágenes de lo vivido, de lo contemplado o lo soñado, para darnos noticia del instante"

Mundo lírico lleno de alegorías el suyo y de melancolías, porque en él el viento es ilusorio y el jardín inalcanzable, aunque se esté a la vera de él y porque en La noche herida de su arte luminoso aparecen la tristeza, la incertidumbre, las ilusiones rotas o las promesas incumplidas, si nos detenemos en algunas de las muestras que se nos ofrecen en esta serie y reflexionamos sobre los títulos escogidos por el pintor o por el poeta. Sí mundo poético y atmosférico en el que la geometría perfila límites y planos, establece distancias, recoge instantes alejados que coinciden en esas ventanas al mar de la memoria, del corazón o de la conciencia; en esas ventanas abiertas al jardín del ideal que se imagina heterogéneo de multicolores promesas; viñetas como de tabla medieval en las que se recrean el evangelio de la contemplación o los asaltos de la duda. No en balde, alguna de esas barcas se ahoga en una copa de champagne (Capricho del destino), o se rompe en dos, en alusión directa a ese otro trágico zozobrar que se denuncia, pleno de simbolismo y que el pintor no deja de referir como testigo de su tiempo. África y Europa, tan cerca y tan lejos, frente a la mirada crítica y dolorida del creador.

Cierto horror vacui oriental también le es propio al artista, que se recrea en matices y perfila o se suelta ensayando lenguajes y descubriendo universos: esos mundos o facetas de mundos que estallaron para reconciliarse y que aquí aparecen en superposiciones fascinantes o entre rupturas y simetrías. Se reordenan tiempos, imágenes de lo vivido, de lo contemplado o lo soñado, que el agua y el color definen: líneas, cresterías, arcos, triángulos, fronteras, divisorias que se conforman en escritura plástica, en lenguaje de signos para darnos noticia del instante, concebido como una superposición de tiempos, de ideas y de emociones. Por eso estos abismos de luz nos ofrecen puertas o puertos diferentes, que nos llevan a las escenas del vivir, a los momentos que apresaron su anhelo, en el anhelo de apresarlos. Lunas dormidas, barcas a la deriva, flores del ideal, velas o rocas y mares y horizontes con nubes viajeras o incendiadas, noches, estrellas, serpientes o senderos que conjugan en el instante de la visión horas antiguas con ráfagas de presente.

" Al igual que existe cierto cubismo compositivo, se observa un modo de contar próximo al surrealismo"

Al igual que existe cierto cubismo compositivo, con planos que se entrecruzan o se superponen para ser más multívocos, se observa un modo de contar próximo al surrealismo. Lo onírico pesa más a la hora de construir el simbolismo definitivo del cuadro. Llama la atención también el hecho de que a veces lo real se transfigure en geometría. Esta realidad no suele esconderse del todo, porque mantiene su vago referente, pero acaba por transformarse en huecos, en formas azarosas, en arquitecturas orgánicas, en volúmenes imprevisibles y así se produce esa especie de conversión a lo geométrico que acaba imponiéndose. Aunque también es cierto que cabe la posibilidad de recorrer el camino a la inversa.

Este proceso podría inducirnos a pensar en una lógica de formas quietas, es decir, en que el resultado final lo fuera estático o rígido y no es así. Ocurre todo lo contrario: el proceso lo es, más que nunca, porque muchas de sus obras conllevan un componente de agitación, de dinamismo, de continuo movimiento. Y así los planos, cuando se unen o se enfrentan, transmiten emociones cinéticas, ilusión de vida, pálpito navegante. Tal vez por esta razón yo encuentro en sus cuadros mucho de travesía, de búsqueda, de viaje interior, de persecución del ideal…

Aquella doctrina de formas a la que me refería antes es, en cierto modo, trasunto de un sentimiento de raíz espiritual, un sentimiento propio de desvelados, de esos desvelados que atienden al rumor de lo misterioso y viven reconociendo las huellas del milagro. Por más que la geometría o el número, el perfil de la talla o los precisos dictados de la escuadra traten de apresar la clave que nos lleve al conocimiento, es el misterio al fin lo que prevalece; lo misterioso que nos rodea, lo misterioso que nos define. De ahí que su obra nos transmita ese frescor de lo vivo, esa inquietud que atiende y mira, aun en lo próximo y adverso, a lo ignoto.

"el naufragio de las vidas y de los sueños tiene su correlato en las rupturas plásticas"

La mirada que ahora nos convoca se fija, sin embargo, en una proximidad dramática, como ya indiqué antes, porque nos trae noticias de viajes sin retorno, de barcas quebradas, de zozobra en el mar. Lo ilusorio de ese viento anuncia la tragedia del desencuentro, y aunque en sus obras rara vez aparezca el hombre representado, no cabe duda de que ese desencuentro lo sea entre seres humanos. Los que vienen de África no alcanzan el jardín ideal y el naufragio de la esperanza es evidente. Esta realidad que vivimos tan de cerca es uno de los ejes temáticos que vertebran la muestra, y en ella el naufragio de las vidas y de los sueños tiene su correlato en las rupturas plásticas y en las roturas del propio cuadro; en los rasguños que alcanzan a la composición para hacer más evidente la alarma ante el espectador. Mundos, en fin, en conflicto, en movimiento; inquietud, desazón, agitación espiritual, búsqueda que no cesa, porque en esta ocasión la noche oscura del alma acaso sea, más que nunca, noche herida, noche del alma herida. De ahí que estas escenas de su arte se idearan para el desvelo, para avivarnos la conciencia con alusiones tan sencillas como esas barcas, que nos recuerdan permanentemente el viaje incierto de quienes se acercan y de quienes los ignoramos, porque en ellas, a la postre, vamos todos a bordo.

© José Lupiáñez
Motril, noviembre, 2008