No con mucha frecuencia pero, a veces, se da ese milagro que tiende a unir los mundos de la poesía y de la pintura en un mismo artista. El poeta pinta o el pintor escribe. Y es que al igual que el poeta en ocasiones no se conforma sólo con escribir y necesita del color, del trazo, del gesto y precisa luchar con esa superficie inicial que sueña su forma, del mismo modo lo hace el pintor cuando se aventura en su batalla particular con la página intacta, aunque cada arte les demande su liturgia precisa. Son significativos los ejemplos que podríamos recordar en nuestra tradición más reciente y así poetas como Juan Ramón Jiménez, Alberti, Lorca o Hierro, por citar algunos casos señeros, han sabido conjugar esos dos extremos de la expresión a lo largo de sus trayectorias o en periodos puntuales de las mismas. La sensibilidad de estos creadores hace que al asomarnos a sus obras experimentemos una doble emoción en la que coinciden discurso e imagen, o lo que es lo mismo: palabra y forma; palabra y color. Este es el caso, a mi modo de ver, de Juan Gómez Macías, artista verdadero que ha consagrado su vida a la pintura y a la poesía.
Afincado en San Roque (Cádiz), Juan Gómez Macías es Director de la Fundación Municipal de Cultura Luis Ortega Bru desde hace casi treinta años y ha desarrollado desde allí una de las labores de agitación cultural en Andalucía más encomiables de las últimas décadas. Intercambios con instituciones nacionales y extranjeras, ciclos de conferencias, encuentros, lecturas, ediciones, exposiciones y cursos han sido su fructífero día a día, en especial para los muchos beneficiarios de su esfuerzo mediador y de promoción. Pero junto a esta labor espiritual de gestión cultural admirada por todos, su pasión primordial es el arte, y su arte, sus acuarelas, que se han mostrado por Europa y América, trazan ya el recorrido de una obra importante y más que consolidada, que ocupa su espacio en museos y en destacadas colecciones de España, EE. UU., Inglaterra, México, Suiza, Francia, Holanda, Bélgica, Puerto Rico, Alemania y un largo etc. de países. Y acaso la razón de tanto interés radique en el hecho de que sus composiciones ganan pronto el corazón de cuantos las contemplan, atraídos probablemente por la atmósfera de intenso lirismo que se desprende de sus piezas y que nos conquista la voluntad y nos invita al ensueño, a la reflexión o al viaje a través de laberintos de color y de ritmos. No hay que olvidar que a su condición de artista añade la del poeta hondo y sincero y sensitivo que se nos ha revelado en
Navegación a vela (Sevilla, 2001) o en el más reciente
Abismo de los pájaros (Cádiz, 2004). De su voz disfrutamos por estos pagos hace dos años, cuando nos ofreció una muestra de su poesía en el Aula de Literatura y Pensamiento Francisco Javier de Burgos, que editó para tal ocasión el cuaderno
Twilight (Motril, 2006), en el que se recogen varios poemas inéditos.